"En una sala porno, jubilados jadeantes
Contemplaban, escépticos,
Los brincos mal filmados de parejas lascivas;
Sin ningún argumento.
(...)
Tan sólo una certeza: "Eso no es para mí",
Pequeño drama oscuro."
L'amour, l'amour
Michel Houellebecq
Voy a contar todo sin filtro tal como
pasó:
Un día como tantos otros estaba
leyendo tuits cuando apareció el siguiente:
Era la oportunidad
que tanto esperaba. Ir a un cine XXX era de esas cosas que uno de pendejo
quería hacer por webear y que con el tiempo se convirtió en “experiencias que
hay que vivir antes de morir”. Les había comentado a distintas personas la idea
de entrar a uno de estos cines para vivir la curiosa experiencia pero no
encontraba con quien ir. Al principio esas personas me decían que también les
gustaría ir, que sería anecdótico y que más de alguna talla o historia saldría
de eso. La idea quedaba ahí, les llamaba la atención pero nunca concretaban por
miedo, plancha o incomodidad o que se yo, Ir a un cine porno (acompañado) a ver
la película no es algo que haga comúnmente la gente. Respondí enseguida al tuit
sin mucha esperanza:
Quedamos
en que iríamos, pensé que pasaría como esas tantas veces en que la ida quedaba
en nada. Había que tomar en cuenta que no conocía en persona a la tuitera en
cuestión, folouback, buena onda, fav y replys, pero nada más. En ese tiempo
estaba terminando el semestre así que fuimos aplazando la salida pero siempre
recordándonos el compromiso. También dijimos que los dos escribiríamos sobre la
experiencia. Cuando ya había salido del periodo de entregas finales y exámenes le
envié dms para coordinar y de eso pasamos al whatsapp. Días después de año
nuevo acordamos ir un día miércoles.
Llegó
el día, salí tarde pero extrañamente llegué a la hora. Iríamos al cine más icónico
en esta temática, el que está al lado de la Plaza de Armas, en una galería que
olvidé el nombre. Ahí estaba yo, esperando. Ya el lugar me pareció que ocultaba
algo, que se prestaba para algo más. Había un hombre joven parado en una
esquipa y se le acercó un viejo, lo saludo, algo hablaron, el viejo se fue. Una
mujer estaba parada al otro lado con tacos y ropa escotada. Tal vez fue solo
sugestión. Habían pasado 10 minutos y pensé que no llegaría mi acompañante, que
me agarró pal webeo y yo había caído ingenuamente. Entrar solo no era una
opción. Pasado un rato iba caminando hacia la plaza, pensando en perderme
mirando vitrinas en las distintas galerías del centro como tantas veces lo había hecho hasta
que la vi aparecer. Recuerdo que andaba con un vestido, con tacos y
pantis, todo de color negro. Caminé detrás de ella, sacó su celular y cuando dejo de caminar logré
acercarme para saludarla, me explicó porque había legado tarde mientras
caminábamos por la galería.
Desde
aquí todo comienza a ocurrir muy rápido. Llegamos a la caja y una señora nos
mira con cara de “¿van a compra entradas o solo andan webiando?”, esto mientras
vemos la cartelera. Hay dos cines, en realidad es uno con 2 salas pero lo
dividieron en dos supongo para que nadie se pase de una sala a la otra. 1500 la
entrada porque era miércoles. No dejan sacar fotos así que no tengo la
cartelera para mostrárselas, decidimos ver Simpson XXX, al menos promete risas.
El cine queda al frente de la caseta de la cajera bajando por una escalera. Mientras
bajo miro todo alrededor tratando de retener todos los detalles, hay afiches
añejos y desteñidos de mujeres sin ropa. Se termina la escalera, hay que doblar
a la derecha, el ambiente que había lo siento como un golpe, me marea el aire,
mucho olor a cigarro, el lugar es amplio pero cerrado, no es oscuro, mucho tubo
halógeno. Al centro un viejo del cual no recuerdo nada nos corta las entrada y
nos apunta hacia donde avanzar, hay muchas puertas y me siento desorientado. En
un costado, por unos segundos alcanzo a divisar a un hombre muy joven, debe
tener a lo más 17 años, está al lado de alguien mayor, en esos segundos siento una
leve sensación de horror, como una pequeña desesperación, claramente ese joven
va a ese lugar con el único objetivo de prostituirse con algún viejo. Una
cortina de terciopelo burdeos divide el hall de la sala. Al pasar por ella todo
está muy oscuro, diviso piernas de hombres que se encuentran de pie, esto me parece
sospechoso, ¿por qué no se sientan? miro a mi izquierda y en la gran pantalla
se ve un primer plano el poto de una
mujer, por el ano le salen unas bolas
chinas, a pesar de que he visto porno antes nunca lo había visto en este tamaño
y esto me impacta quedo de pie mirando unos segundos, Massiel, mi acompañante, me
pregunta si quiero sentarme, le digo que sí. Avanzamos hasta unos asientos, se
ven limpios pero viejos, no son como esas butacas de cine modernos sino
asientos de madera acolchados y cubiertos de cuerina roja, hay una bolsa atrás de uno probablemente con basura pero
prefiero dejarla ahí, no la tocamos.
Aquí
me quiero detener para explicar algo. Por lo que me han dicho al verme muchos
han pensado que soy gay (todo esto me parece extrañísimo, en el sentido que la
apariencia no define orientaciones, pero eso da para una larga explicación).
Por otra parte iba acompañado de una mujer en un lugar donde solo van hombres,
y esto fue tema en nuestra conversaciones previas, primero temíamos que no la
dejaran entrar y ya dentro tenía el miedo de que alguien se le acercara con
quien sabe que intensiones. Así que de entrada no pasamos desapercibidos y así
lo sentimos.
Nos sentamos, hay alguien detrás de
nosotros, eso ya me incomoda, de a poco comienzo a ver los asientos de las
filas delanteras, la sala es muy grande y veo algunas cabezas. La película no
tiene nada que ver con Los Simpson, me siento estafado. Vemos una larga escena
de doble penetración, la película se ve añeja, como porno de los 90, los
peinados delatan su antigüedad y todo se ve artificial, siento que el porno
actual es menos actuado y más casual,
acá todo parece forzado. Siento que nos miran a cada momento pero no
quiero devolver miradas para corroborarlo. Como no quisimos alejarnos de la
entrada, por miedo, podemos ver a quienes entrar y salen. Por los pasillos que
separan los asientos pasean personas, jóvenes como de mi edad o menores y
transexuales que no se sientan nunca y miran hacia los asientos buscando
clientes que nunca les hacen las señas solicitando sus servicios, haciendo un
recorrido por toda la sala hasta que salen. En un fila que no alcanzo a ver
bien siento ruidos constantes de la madera crujir pero no duran más que unos
segundos. Alguien de harta edad que esta una fila adelante a la nuestra derecha
se pone de pie y se retira, más tarde la Massiel dijo que sintió al viejo pajeandose,
porque el asiento crujía y escuchó
jadeos, yo por suerte no sentí nada. Tres filas delante de nosotros se sienta
otro anciano, está casi en frente nuestro, mira hacia atrás, hacia nosotros, varias
veces. Antes me había parecido todo pintoresco pero ahora es decadente e
incomodo. Luego un viejo se para cerca de mí por el lado izquierdo, me dan
ganas de salir, de arrancar pero me siento incapaz de moverme. La escena ya
cambio y aparecen dos hombres y una mujer caminando, conversan algo improvisado
e inentendible, luego hay sexo oral pero hace varios minutos que la película es
lo que menos me importa.
No puedo determinar de forma exacta
cuanto tiempo estuvimos ahí, yo estimo entre 7 y 15 minutos. Estando dentro
perdí el control del tiempo. La Massiel me pregunto si quería seguir viendo, le
dije que no y salimos. Al salir me contó que hace rato quería salir, que estuvo
mucho tiempo pensando en cómo preguntarme si
quería seguir viendo porque decir “te quieres ir” en ese contexto se
podía mal interpretar. Nos fuimos caminando a bellavista para tomarnos una
cosita, en el camino comentamos la experiencia del cine con muchas risas y
coincidiendo en que fue una experiencia incomoda, que era algo de lo cual no
nos arrepentíamos aunque no volveríamos a hacerlo.
Terminamos tomando en calamar, creo
que nos tomamos 2 cervezas escudos de litro. Hablamos de más cosas extremas o extrañas
para hacer en Santiago como ir a un motel barato, a un night club, hacer un trío,
probar pasta base y otras cosas de las que la mayoría no estoy dispuesto a hacer. De eso
pasamos a hablar de nuestro pasado, historias amorosas de los dos. Me contó de
sus experiencias de moteles, de uno muy insalubre y asqueroso que tenía una
cama redonda y galletas Serranitas en el velador. En un momento sonó de fondo
una canción de Marco Antonio Solís y cantamos "sé que no hay un corazón
que sienta lo mismo por ti" y sentí una pequeña tristeza. Cuando fui al
baño me dieron ganas de llorar. Recordé la primera vez que estuve en este mismo
lugar, lo insoportable que era en ese tiempo. Salimos del lugar, ya eran como las 10 y media de la
noche. Tomamos el metro y ella se bajo en Departamental. Desde esa vez que no
la he vuelto a ver.
Aquí la experiencia de mi acompañante