martes, 13 de marzo de 2018

Niños de La Pintana que crecen sin sus papás


Lo recuerdo siempre al fondo de la sala, siempre en ese rincón donde nunca llegaba el sol, con esa camisa blanca radiante que le quedaba grande a su delgado cuerpo. Nunca le gustó llamar la atención ni presentar frente a la clase. Llegó en 6 básico y a los pocos días nos dimos cuenta que era tranquilo, por eso a todos en el curso nos terminó cayendo bien el Camilo, hasta lo elegimos el mejor compañero los últimos 2 años que estudiamos en la escuela básica Tupahue (ex 534).

En séptimo teníamos que hacer un trabajo en grupo del cual no recuerdo nada, ni siquiera recuerdo cómo pero terminé haciendo grupo con el y otros 3 compañeros. El trabajo era algo largo así que Camilo ofreció su casa para que avanzáramos fuera de clases. Juan, un compañero que sabía donde vivía el camilo me pasó a buscar a mi casa. En esos años no existía google maps así que o te dibujaban el camino en una hoja o alguien te llevaba a los lugares. Nos metimos por una calle ancha desde San Ramón, dónde vivía yo, hacia La Pintana, ese fue el primer día que entré profundamente en sus poblaciones.

Caminamos unos 15 minutos pasando frente a rejas oscuras, con latas o maderas que no permitían ver hacia adentro, como si tuvieran algo valioso que ocultar pero solo estaban para proteger el interior de la casa, tanto de la mirada de alguien que buscara algo que robar para salvar el día como de alguna bala loca que por mala suerte llegara a impactar el lugar. La confianza entre vecinos no era precisamente lo que había dejado el neoliberalismo, más bien triunfó un individualismo que sigue destruyendo las comunidades. Parecía que mientras más caminábamos más pequeñas se iban haciendo esas casas, que solo el gris del cemento y la tierra pelada predominaba en esas calles sin áreas verdes, entregando un panorama visual que solo desalentaba a quienes caminaban resignados a través de ellas. Llegamos donde el Camilo, su reja no era como las demás, los delgados fierros dejaban ver el patio que no tenía mucho que ofrecer, debe haber sido de unos 5 metros de largo y 3 metros hacia dentro hasta la pared solida de ladrillos donde la pintura roja se desteñia y resquebrajaba por efecto del sol. El suelo del patio era de tierra y habían piedras de gravilla que parecían haber sobrado. habían latas y un tarro de pintura grande donde ponen la basura, no vi alguna planta que pudiera ayudar a hacer el lugar más acogedor. Llamamos al camilo y nos hizo pasar, caminamos por una baldosas sueltas de cemento gris que unían la puerta exterior con la entrada de la casa. Al entrar el living era oscuro y tenía pocos muebles, en un sillon de un café desteñido estaban sus dos hermanos, uno menor que el y otro mayor, en la tele jonny bravo intentaba una vez más sin éxito conquistar mujeres en el cartoon network, tenían cable pero se colgaban de la conexión del vecino previo acuerdo de pasar unas lucas. Su mamá trabajaba haciendo aseo en un supermercado y llegaba como a las 7, de su papá nunca nos habló pero era una figura ausente, yo nunca le pregunté por el, primero porque cuando era chico no me metía en esas cosas y segundo, crecer sin papá era algo que yo consideraba normal cuando chico porque lo había visto en varios vecinos y primos, además el camilo era callado y nunca tuvimos la confianza como para conversar sobre esas cosas, los dos eramos niños introvertidos. La cosa es que en su casa había la libertad de hacer lo que quisieran siempre que al llegar su mamá la casa estuviera en orden. Avanzamos un rato en lo que teníamos que hacer y despues nos pusimos a ver Matrix con sus hermanos que la habian puesto hace en un rato en un VHS pirata. El hermano menor sentado en el suelo frente a la pantalla repetía junto a keanu reeves todos sus diálogos mientras el Camilo y su hermano mayor comentaban distintos errores que habían encontrando en cada escena. A mi me gustaba matrix pero nunca entendí esa fascinación extrema hacia ella, tal vez encontraron una especie de respuesta en el concepto de vivir en una realidad que es una ficción , un consuelo de niños que soñaban con la posibilidad de que esa pobreza y esas calles grises fueran en realidad una especie de sueño del que se pudiera escapar.

Mientras Morfeo le explica a Neo que nació en una prisión mental llamada Matrix, el Camilo nos habló con cierto entusiasmo del potrero que estaba cerca de su casa, nos contó que habían lagartijas, ranas y serpientes. Así que fuimos al potrero, cuatro niños de 11 años viviendo la vida salvaje, Camilo fue con una onda. El potrero quedaba cruzando Avenida Observatorio, había un largo muro de concreto que intentaba cerrar el lugar pero tenía varios hoyos por donde se podía ingresar. Al entrar era solo un gran terreno abandonado, en donde maleza y pequeñas flores habían logrado desarrollarse, el pasto en el lugar era tan largo que nos llegaba por sobre los tobillos. pequeños arroyos y humedales iban apareciendo a medida que avanzabamos. Cuando grande entendí que eso quedaba entre el campus agrónomo de la U. de Chile y un consultorio. Si uno caminaba más adentro podía encontrar caballos y pequeñas plantaciones. A pesar de que esa tarde no vimos ningún reptil, entrar ahí para nosotros fue una gran experiencia, poder abstraerse por un rato y olvidar que vivíamos en una ciudad a pasar al campo a cazar era algo que no pensábamos que ocurriría esa tarde y que hoy me parece difícil de lograr en la urbe cada vez más moderna que es Santiago. No estuvimos mucho tiempo porque ya era tarde pero ese día quedó marcado.

Al día siguiente hablamos de esto con otros compañeros y quedamos en volver, esta vez seríamos más. Juan me pasó a buscar nuevamente y partimos, ese día el Camilo prefirió quedarse viendo Matrix, el vivía cerca del potrero, ya había ido muchas veces así que no era novedad para el. Llevamos tarros chicos de pintura, palos y ondas. Creo que volvimos un par de veces, recorrimos todo el extenso terreno, no tengo recuerdo de que hayamos capturado a alguna lagartija, vimos a algunas, en una ocasión un compañero dijo ver una serpiente pero no teníamos ni la habilidad ni la experiencia para cazar, para suerte de estos reptiles. A fin de cuentas éramos solo niños de ciudad jugando a ser cazadores.

De a poco nos fuimos distanciando con el Camilo, en realidad nunca fuimos muy cercanos pero el último año juntos ya ni siquiera hablábamos. El entró en el mundo del hip hop y yo me dejé arrastrar por el rock, de el fue que escuché por primera vez la historia de Tupac Shakur. Me hubiera gustado haber visto en ese tiempo lo que él vio en el rap, yo lo entendí muchos años más tarde. Terminamos juntos la educación básica, ahí está el en mi cuadro de graduación, aparece serio, con la mirada fría, como concentrado en algo, preocupado. No volví a saber de él hasta muchos años después y de una forma muy trágica.

Ocurrió una noche de verano en Gran Avenida. Camilo iba de regreso a su casa con 3 amigos en un auto. Ya habían pasado Américo Vespucio cuando quien conducía perdió el control y el auto terminó incrustado en un poste luego de romper una barrera de contención, el aun delgado cuerpo del camilo quedó incrustado entre los fierros y su sangre terminó mezclada con el vidrio molido que generó el impacto. Yo lo supe horas más tarde mientras miraba el noticiero de medianoche antes de dormir, todos murieron, no encontraron botellas de alcohol en el lugar. A los días siguientes el drama creció, vi a sus hermanos llorando junto a su mamá frente a las cámaras. Todos los vecinos decían que era buena persona, que era tranquilo y que no hacia nada malo, lo mismo que dicen siempre pero esta vez yo sabía que aquello era real porque tenía el recuerdo vivo del Camilo siendo el compañero al que todos queriamos. Mi ex compañero llevaba una larga relación de pololeo y pronto iba a ser papá. Prefiero pensar que murió de forma instantánea, que no tuvo un último momento para pensar en nada, y que si tuvo un último momento de lucidez pensó en Matrix y no en su hijo que pronto iba a nacer, con el cual soñaba con hacer feliz y entregarle la figura paterna que él nunca tuvo.